sábado, 22 de diciembre de 2012

Un día. La pasta de dientes. Un tapado rojo. Las llaves. Un taxi y un colectivo. Miradas tristes, como ausentes. Un cielo gris. Una calle baja. Dos caminos. La puerta. Un mundo. Miradas. Risas. Humo. Complicidades. Amigos

VIII

10 de enero de 1989,  Albenga

Bautista,


                 Y hoy quizás tenga que pedirte disculpas, de las más sinceras que haya dicho jamás.
El miedo a veces intimida, y yo me jacto de saberme culpable por no haberte dejado ser.
Soberbia en mi mundo te obligué a obedecerme, y a jugar con mis reglas, con mi tablero y a aceptarme ganadora en el inicio de la carrera. Me han dicho en varias situaciones, que, situarse bajo el mismo sol de octubre, año tras año, solo deja una ferviente nostalgia, y de esas que acumulan culpas y sentires, de los que no te libras jamás. 
Yo me reconozco culpable de haberte cargado con todo eso; sé que decidí por vos, sé que moví por vos y aún peor, sé que no serás nunca consciente de eso, guardándote las dudas en la memoria sensorial. Cargas con una culpa que no es tuya, y la cargas por mi debilidad, por mis miedos y mi falta de coraje. Lo asumo, y créeme que yo cargo con esa culpa de haberte llenado de preguntas el alma y saber que nunca te las voy a poder responder.
Dije adiós más veces de las que dije tu nombre, y te maldije a ciencia cierta de mi incertidumbre perversa. Ese límite invisible, era insurrección de ebullición que no va a ceder jamás.
Debería ser liberadora, pero admitir las culpas no me libera de ellas. 
Ojalá algún día entiendas, y me conformo con anhelar tu aceptación. 
La palabra perdón es de las que más carga energética acumula, y pedirte que me perdones sería un atropello de mi parte. 
Yo sé que vas a entender que lo hice con la mitad de la locura que me caracteriza y un treinta por ciento de conciencia; ese veinte que cierra la ecuación se llama amor.

Olivia.

domingo, 25 de noviembre de 2012

En continuidad


Que completes ese cielo con miradas bandidas. 
De radiantes lunas condenadas a vivir más de la cuenta. 
A soñar en estado de permanencia redundante. 
A ser la vigilia más amenazante. 
No poder dormir en soledad, con una gris y catártica furia de besos remanentes, 
de besos congelados, saturados en complicidad; 
con el más fiel de los recuerdos de vivirnos opuestos y sentirnos en inmensidad. 
Soy el orador más cruel de tu desdicha, 
de esa sinergía que amasija tu andar, 
soy el sol y la lírica de tus tardes de abril, 
que se intimidan con el verso de vivir en libertad. 
Dos minutos retorcidos en el tiempo, 
seis años de ferviente vanidad. 
En el medio un inconsciente, 
un acertijo de silencios imprudentes que golpean, 
con el impulso de dos cielos sin perdón. 
No sabemos hasta entonces, 
sin vacíos ni rencores, como empezar esta historia. 
Cinco años o siete segundos en contradicción, 
una jugada diez partidas, de un insolente fervor. 
En el tiempo abdicamos un sinfín de comienzos; 
y abjuré mil sentidos sin piedad. 
Perpetuo de mi condecoración, que en un acto desfalcar tu amor merece castigo. 
Creo con vehemencia que en un tiempo paralelo hallaremos nuestro espacio. 
Volveremos victoriosos con el afán de haber creído siempre en nuestro destino. 

miércoles, 31 de octubre de 2012

su inconsciente-


de mis caras,
de mis gestos,
de mis sonrojos,
de mis histerias,
de mis locuras,
de mis parpadeos,
de mis miradas,
de mis comentarios,
de mis sonrisas complices,
de mis orgullos,
de mis culpas
y de mis miedos.
de todo eso en su inconsciente.

domingo, 21 de octubre de 2012

El "qué se yo" de Piazzolla

Creo haberle encontrado una vaga descripción meramente situacional -cabe destacar- a ese "que sé yo" del que tanto tildan a Buenos Aires.
A los que nos gusta escribir siempre buscamos historias más que recuerdos o simples momentos, buscamos maravillar nuestra vida con esas simplezas que permiten teñir todo de letras y frases naturales. He leído autores que centran sus historias en una ciudad, para no perder un hilo, he leido personas que se despojaban de su país o de su tierra para poder deleitarnos con textos de amplia envergadura; pero no había sido consciente de ello hasta que tuve el placer de encontrarme con una persona de mi edad que había dejado su tierra natal para dedicarse a su máximo placer, la escritura.
Sin duda, una de las cosas que más me impactó del viaje al viejo continente fue aquel Hindú que encontré en un viaje a Praga. Era una noche de enero, fría, quizás de las noches más frías que pude experimentar, y había un sido un día largo, de intensas caminatas por la ciudad de la historia (como prefiero denominar yo a Praga) y de esos días en que uno puede decir que concluyó un día con grandes enseñanzas. Habíamos estado hablando con unos Brasileños que, al igual que nosotros estaban de paso por la ciudad, los conocimos en el hostel y ese mismo día habíamos tomado rumbos diferentes para conocer Praga, pero a todos nos llenaron la cabeza con la idea de probar la cerveza checa, así que en la cena habíamos acordado ir a deleitarnos con esa cerveza de la que tanto hablaban los checos y los turistas. Pasadas las 11 volvimos a la habitación a cambiarnos y estábamos dispuestos a irnos cuando se me ocurre hablarle al Hindú. Me había intrigado tanto su persona desde el momento en el que pisé la habitación. Solitario, como pocos, se lo veía siempre por las noches con su computadora sobre sus piernas embriagado en sus propios pensamientos, y tuve el tupé de interrumpirlo para preguntarle si tenía ganas de acompañarnos al bar. Su respuesta me pareció de lo más agresiva, pero de lo más sincera: - "No tengo ganas, y prefiero quedarme aquí"; confieso que me molestó bastante, pero entendí que no todos tienen los mismos intereses que uno, así que fuimos al bar. Me quedó rondando su respuesta en mi cabeza varias horas.
Al otro día teníamos que volver a Italia, y yo había discutido con mi hermano ese día, así que habíamos decidido pasar el último día de Praga cada uno por su cuenta. A eso de las cinco nos encontraríamos en el lobby del hotel para emprender el regreso a Milano. Yo estaba leyendo un libro cuando veo que de atrás se me acerca el Hindú y me pregunta cómo ibamos a dirigirnos al aeropuerto, le respondí que en transporte público porque era lo más económico, y preguntó si podía acompañarnos, dado que el tenía el vuelo a la misma hora que nosotros, pero diferente destino: Londres.
Nos encontramos con mi hermano y fuimos los tres hacia el aeropuerto. No contenta con la respuesta que me había dado la noche anterior decidí preguntarle a qué se debía su paso por Praga, y me contestó que no sólo no era la primera vez en la ciudad, si no que conocía cada recoveco de la misma, dado que había estado más de 15 veces en ella. Entendí un poco más su respuesta, pero mi intriga no acabaría con su respuesta, así que decidí preguntarle el por qué de su fanatismo con la ciudad. Me dio una respuesta que no esperaba, pero creo yo, una de las respuestas que mas me contentó; me dijo que estaba escribiendo una novela, y que como la primera vez que conoció la ciudad había quedado impactado con la belleza de la misma, decidió centrar su novela en ella. Ahí entendí a muchos autores que había leído. Pude comprobar en carne viva lo que era la pasión por la escritura.
Hoy Buenos Aires está teñida de celeste, una mañana con el aroma primaveral más dulce de los últimos meses. Me puse a pensar en la cantidad de personas que podrían haber empezado su domingo escribiendo algún texto, inspirados por el bellísimo clima, deben ser varios. No obstante eso recordé algunas cosas que había escrito sobre la Buenos Aires gris, aquella Buenos Aires tímida y lastimosa, que siente culpa y nos regala un llanto desmesurado; claro, sobre esa Buenos Aires hay un centenar de textos y de ideas plasmadas por doquier.
Si uno indaga un poco más sobre el clima de Buenos Aires, se va a encontrar con altas temperaturas en verano y temperaturas no tan bajas en invierno, pero hay una constante sobre Buenos Aires, que hace lidiar a las mujeres en todo momento: la humedad. El porteño nato ya sabe como afrontar esos climas de bajísimas presiones atmosféricas y días sumamente incómodos, pero el que se detiene a hablar con turistas sobre el clima de la ciudad se encuentra con respuestas no tan felices sobre la humedad que tiñe Buenos Aires de forma constante.
No recuerdo la cantidad de veces en qué dije que Buenos Aires era una ciudad bellísima, sé que fueron varias y en distintos lugares y situaciones, pero creo tener ese poder de convencimiento sobre los turistas que he conocido en el resto del mundo, en el que terminan concluyendo que definitivamente conocerán Buenos Aires lo antes posible.
Y concluyendo el texto, creo entender que Buenos Aires es la musa más histérica de varios autores y simples escritores ansiosos; Buenos Aires enamora, de día, de noche, en verano o en invierno y con el más bello sol y el más bello tinte gris que cualquiera desearía plasmar en una historia.
Un Buenos Aires gris, de sábado por la tarde.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Libertè


Sus palabras como estatua en la puerta de su consciencia. 
Son días de poca corriente en sensatez. 
Se fue abriendo una variante de paralelismo promiscuo y clausuro las ventanas del amor. 
Pocas veces encontraba el limbo en su andar, pero le generaba una angustia indulgente que sabía que no podía apartar. 
Su sentir generaba odios poco oportunos para su poca serenidad, que concebía aquellos días de invierno tempestuoso. 
Denegó la magia que avasallaba con su libertad trascendental y su equilibrio contractual. 
Dos días de resabio le llevaría descartar una bronca inminente y así todo le dio frente a un combate sideral. 
Con los años aprendió que las sinergías se cosechan en primavera y que la contrariedad es buena amiga de Judas. 
Su aprender derrumba misterios y fábulas añejas. 
Le embargo su memoria al pasado y dio punto final a un trance subjetivamente innecesario. 
Pocos son los rieles que desatan su locura, pero los suficientes como para volver a empezar. 

Mi héroe


Mi héroe. 

No es consciente el tiempo en esta aventura. 
Si de distancia se tratara, no cabria duda
Pero de noche perturba tu ausencia
Y quedan solo un par de memorias taciturnas

Nunca fue tan difícil abrir tu puerta
El barrio tiene un aire nostálgico
Son solo palabras de aliento
Entendeme, nunca me fue fácil tenerte lejos. 

Hay tantas noches sin luna
Hay tantos silencios en este invierno porteño
No caería en la egoísta que supe ser
Pero ya no me alcanza con verte crecer

Se me va el tiempo en charlas imprudentes
Aquellas palabras que sentís distantes
No son mas que el disfraz de un presente de viejos continentes. 

Mi héroe, mi Lio, mi enojo y mi deliro
Firmes promesas de vivir codo a codo
No te ofendas, permitime el atrevimiento
De acompañarte siempre en sentimiento

La energía de nuestras manos unidas
Y la complicidad de de gustos compartidos
Ayer mi anhelo era cuidarte
Y hoy mi deseo es acompañarte

Si me preguntan por una constate
Respondería sin dudas tu armadura
Tu coraje, tu lucha, salir adelante
Tu humor, tus arranques y tu locura

Me cuentan tus amigos que los aires esteños son tu fuerte

Ojalá el viento te alcance estos versos
Ojalá me sientas firme en el silencio
No existe amor mas puro que el nuestro
Le doy gracias al destino por elegirnos protagonistas de este cuento. 

Momentos


Momentos.
Son momentos, no? La vida no es más que una suma de momentos inigualables e irrepetibles, ese cliché de mera insensatez en el que el momento es quizás el mejor placebo. 
No se pretende, no se quiere, no se sabe nada. 
Ese momento en el que uno quiere mandar todo al carajo también es un "momento más", el momento caracterizado por la locura o la sanidad, no siempre es fácil distinguirlo.
Alguien una vez me dijo que los momentos eran más fácil pasarlos como aquel que deja simplemente pasar la vida, aquel que no hurga en la profundidad impetuosa, en ese perpetuo anhelo que se vive como inmigrante. Quizás es más fácil, quizás resulte más conveniente, pero siempre está ahí. Esquivandolo, sorteando adversidades incongruentes, sin mirar más allá. 
Impotencia es lo que genera, ese retraso a la vida, perder esa mirada por haber cerrado los ojos.
No siempre se puede clavarla en el ángulo, bastará con esperar el "momento" en el que gritar el gol sea el mar en calma.

martes, 18 de septiembre de 2012

otro adiós.


Se sentó en un café cuando el sol arrimaba en la equina de la casa de Martita. Uno pidió un café negro en jarrito y el otro una lágrima. Comenzaron a hablar.
Entre versos de amor propio y quejas alborotadas fueron dulcificando la mañana. 
Fueron horas interminables, entre silencios impacientes y una ansiedad amasijante.
Tiempos de vulnerabilidad absoluta y contractual, tiempos de violencia verbal.
No existe, ni jamás existirá entre ellos dos, una constante, una guía, un sol naciente.
Tardes de un pleno al orgullo, con dos indelebles jugadores crispados por un rigor insaciable de pasión.
Su despedida la recuerdan en aquel bar al 800 de la calle Defensa, son varias las timas que dejaron selladas aquel jueves de abril.
No hubiesen alcanzado jamás los cientos de "te quiero" que se guardaron uno a uno en el bolsillo, pero quizás hubiesen amainado el amargor de su sentir.
Y tenían tanto para decirse que no se dijeron nada, pero varios de los presentes pueden asegurar que la sinopsis que causaban sus miradas al entrelazarse, fue mucho más que ellos dos, dos eternos orgullosos jineteados por el miedo.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Detrás del velo


Cuando no podes hacer mas de lo que el cuerpo te plantea, cuando la cabeza no para de procesar. 
Te sentís en un cuento de hojas interminables y de descripciones al estilo de Cortázar, esperas que la trama llegue a su punto de inflexión y  no son mas que frases consecutivas que describen lo intransitable. 

Son aquellas ideas mas idealizadas que la perfección misma, son indultos al aura, son trances insoportables. 

No podes pedirte mas a vos mismo porque la suerte no esta de tu lado. 

Y al día siguiente te despertas contando las horas, cinco ocho o catorce; a esta edad tan incongruente ya da lo mismo. 
Te seguís siéntiendo ajeno a vos, a todos los firmamentos que construiste tan vehementemente y que creíste que ni Alejandro Magno podría derribar, a esos caprichitos de nena ni tan inocente, ni tan atrevida, que a afirma a los 15 haber dejado un tiempo atrás.

Así somos


Nuestro problema, distinto al común o a la media de los problemas cotidianos de nuestro círculo, radica en que estamos excedidos en historia y carentes de presente. 
Porque seria mucho mas fácil que el presente nos toque la espalda en la rutina banal, y que la historia se vaya completando con la vivencia del aqui y ahora, pero estamos muy lejos de eso. Quizás es la cobardía la que nos estanca en esta historia y ni latente la deja, quizás son nuestras ideas de paralelismo inhumano las que nos dejen al costado del camino, pero de algo estoy seguro, tenemos  mas probables que ocurrentes en nuestro haber, y va completando la historia sin si quiera, concretarla. 
Podemos pedirle a los libros cuantos consejos nos plazca, podemos llenarnos la boca de promesas garrafales, pero no pudimos nunca mirarnos a los ojos. 
Conocimos el sentido mas cercano de nuestras esencias, y a su vez, recorrimos nuestros pasados con en el lenguaje mas soberbio que nos caracteriza, pero seguimos siendo agua en estado gaseoso. 
El tiempo no puede llevarse a la boca la cantidad de versos que se nos cruzaron por la mente, el tiempo no relaciona nuestros dos hemisferios izquierdos, seremos, mientras tanto, la serenidad con el que el fuego quema las brazas. 
Jactarnos de gotas en la ventana no nos garantiza que crezca el pastizal, pero seremos esas gotas que ni valientes ni atrevidas, salpican ese asfalto de una noche de junio. 

domingo, 1 de julio de 2012

VII

Se cansaron de hablar, y eso implicaba que se cansaron de todo.
Luego de varias semanas de creer que había encontrado la felicidad plena, o así ella lo veía, Olivia sintió un gran vacío por dentro. Cerró los ojos y sintíó, desde la energía que recorre todo su cuerpo, que nunca le alcanzó un ramo de palabras.
A veces los caminos toman destinos que creemos que son los adecuados para nuestras vidas, a veces nos equivocamos porque creemos haber elegido el camino incorrecto, pero a veces, simplemente sentimos que los caminos que recorremos son los caminos que nos vacían el alma. Olivia lo vivió. Olivia vivió morir el camino que las despojaba de todo sentir, y orgullosa de creer que había derrotado el juego del engaño, cayó rendida ante su propio destino.
Las dudas que cubrían su alma de la embestidura más cruel fueron las protagonistas del final de juego. Las mismas dudas que ella sabía que no había respondido, las mismas dudas que la mantenían en vilo día y noche, aquellas dudas que, a su vez, mantenían vivo el deseo de vivir de Olivia, fueron su peor enemigo.
Ya no bastaba con dar una vuelta al parque y resolver el crucigrama con las respuestas del diario del día siguiente; ya sobraban las palabras que se inventaba para no caer en el consuelo de pensarse victoriosa. Olivia ya no quiere taparse los ojos con las manos, o a decir verdad, ya no puede seguir haciéndolo. Porque Olivia ve lo que quiere ver, oye la selectividad de las palabras que quiere oír, se rehúsa al tacto de lo que le causa rechazo, percibe el tiempo y el espacio a su manera y a merced de las circunstancias que la rodean y hasta respira con la boca cuando se pone furiosa, pero del sentir no puede escapar, ese sentir que hace correr su sangre por las venas a 200 kilómetros por hora, ese sentir que la impulsa desde el punto más lejano de su ser, ese sentir que hoy la rodea y la tiene entre sus brazos.
Se tomó todo el tiempo necesario para empaparse de mentiras contradictorias y versos engañosos. Lloró un canal de lágrimas por no creerse merecedora de la felicidad en estado puro, hasta depositó en si misma la culpa del arrebato que alcohol generó en su cuerpo noches como éstas.
Ahora Olivia necesitaba otra forma de vivir, Olivia lo necesitaba a Bautista a su lado. Ya no quería escuchar lo que el decía para endulzarle los oídos, Olivia, lejos de la racionalidad que la acompañó hasta el día de la fecha, entendió que necesitaba sentir a Bautista. Y la implicancia de este sentir no es más que la unión de dos cuerpos etéreos extasiados de sabiduría.

viernes, 25 de mayo de 2012

Y la vida se empeña con traérmelo en cada rostro por las madrugadas, que no existen las coincidencias ni las casualidades, y que lejos está de ser producto de mi soberbia imaginación.
No le pregunté de dónde venía, sabiendo que hacia donde se dirigía, iba a cambiarle el destino. No quiso revolear sonrisitas avasallantes, supo entender el tiempo y el espacio como un todo y un factor variable de la cotidianidad, y que su sabia experiencia de contradictorio le causarían más de un inconveniente en su andar. pero le dije, con la sinceridad que me caracteriza, que el camino no era tal si no sentía en carne viva lo que era andarlo y recorrer cada punto de sus miedos y temores más profundos. Me respondió con la hipocresía que lo caracteriza, me aclaró que los miedos son producto de los modelos a los que estamos acostumbrados y del rechazo al cambio absoluto. Me obnubiló.

lunes, 30 de abril de 2012

VI


Este silencio tiene un gusto tan incierto como el porvenir. La densidad del aire que posa entre el hoy y el mañana es la misma que recubre su respuesta.
Tanto como sus palabras son la verdad más absoluta, trae a consecuencia la duda de olivia.
Decidió mentalizarse en  vivir el hoy, pero no cree sentirlo, o prefiere dar vuelta la cara.
No son tantos los vacios que llenan sus días, quizás, se atrevería a decir que uno solo; pero no se va a animar, nunca es el momento.
La imagen más pura vive en su retina. Una Buenos Aires sumergida. Un frio de invierno como en los años setenta, y un tinte más adormecido que lo normal.
Esas miradas sin juicios que se cruzan en su camino es una suerte de delirio para Olivia. Hoy prefiere
no descubrirlas.

Son días de desconcierto y profundidad intimidante. Son los días que Olivia prefiere no transtitar,
aquellos días que la llevan al choque personal. Se define ausente y sigilosa, lo que nunca fue.
Sus intentos por no descubrir que hay en su propia mirada fueron absolutamente fallidos, ya no es tiempo de esconderse.

Se despertó con el frio usual con el que se despierta las mañanas de otoño, pero mucho más sincero que los días anteriores. Agarró sus cosas una tarde de domingo y decidió dejar de taparse los ojos con las manos. Se fue perdida en su silencio, se fue en paz pero con la mayor de las dudas:
el no saber por no arriesgar a más.

jueves, 1 de marzo de 2012

sábado, 7 de enero de 2012

London Calling

Londres es un punto y aparte. Apartado del globo como tantas otras islas, pero es una ciudad particular.
Todo los comentarios que uno puede llegar a escuchar de Londres, nunca van a ser suficientes en la mente humana.
¿El gris y la lluvia? Si
¿La dirección contraria en las calles? Si
¿La humedad al 200%? Si, y tantas otras cosas que se dicen sobre Londres, son todas certeras, pero nadie te cuenta lo maravilloso que es estar en Londres.
La gente es increiblemente amable y cálida, diferente a todos los comentarios que se oyen por ahí.

Llegar de noche a cualquier ciudad del mundo es uno de los errores más grandes que uno pueda cometer; ni todos los medios de transporte andan y no suele haber gente en la calle que venda boletos para los transportes nocturnos, y tratandose de una ciudad Europea en la que la moneda corriente no son los Euros, sino, los Pounds, es aún más complicado.
No puedo asegurar con firmeza cuantas fueron las veces que casi muero atropellada por un auto, un colectivo o una simple bicicleta, pero doy fe de que me costó muchisimo mirar para el otro lado a la hora de cruzar, y si llego a volver a Londres, me va a costar tanto como la primera vez.
Londres es como lo muestran en las peliculas también, o quizás yo fui con la idea de encontrarme con ese Londres y fue ese el resultado de la mixtura entre mi cabeza y la realidad.
El arte explota y la diversidad de culturas son una cosa nunca vista. Las miles de formas de combinar la ropa son alucinantes.

Se me fue pasando el tiempo en Londres y me quedé con ganas de más; y este post no hubiese sido lo mismo  dos meses atrás.











domingo, 1 de enero de 2012

V

Ya no se preocupaba por la verborrágica opinión de sus allegados, tenía otras cosas en mente, quizás otros planes por los que seguir viva.
Cayó en la cuenta de que una película, un texto, un libro, hasta una canción hacían brotar lo mejor de ella; aunque lo mejor, en algunas situaciones, implicaba un llanto desmesurado. Una frase podía cambiar el rumbo de su día y una imagen hasta sus propios pensamientos, eso era lo importante para Olivia en ese preciso momento.
Los días pasaban como gotas de lluvia en invierno y al final de ellos se acumulaba una gran madurez. Era su hora de volver.
Sacó un lápiz y empezó a escribir. Escribió cientos de palabras y tiró unas cuantas hojas al cesto, pero por fin consiguió dar con lo que quería.
A las siete en punto de la mañana se fue de nuevo a la estación de tren, lugar que la vio partir unas cuantas veces, pero también supo refugiarla en las desconsoladas vueltas. Esta vez era diferente, o al menos Olivia así lo creía. Se había dirigido a la estación sin rumbo predeterminado, pero supo elegir el correcto para el perfecto sol de invierno que cubría su pelo.
Media hora más tarde se subió al tren, se sacó el abrigo y se sentó a leer. Fueron tres horas y once minutos de viaje que para Olivia se habían pasado rapidísimo. Estremecida en la lectura no pudo disfrutar el paisaje que entraba por la ventana del tren, pero pareció no importarle demasiado; hay momentos en que lo que pasa alrededor no es tan importante como lo que sucede en uno mismo, y fue así para Olivia ese viaje.
Llegó a destino, agarró un mapa y salió a caminar las frías calles que la habían estado esperando hacía tiempo ya. Nunca fue buena para entender los mapas, así que el recorrido se basó en su intuición y en su preferencia visual. Olivia recorría las calles un poco perdida, pero cualquier punto de atracción que lograra captar su atención era necesario para que le de forma al recorrido. La mañana no prometía un día muy alentador, pero la tarde supo tragarse su orgullo y desprender un perfecto sol que concluyó en uno de los atardecer más lindos que Olivia supo disfrutar.
Las ciudades turísticas sacan de Olivia lo peor de sí, pero bastaba con un simple río acobijando unas montañas para que Olivia sea feliz. Así fue. Ese río se llevó consigo gran parte de su día. Fue ese viaje en el que Olivia entendió que para ella, el mejor momento del día son los atardeceres soleados.
Poco pasadas las seis, regresó a la estación de tren.
La vuelta fue un poco menos tranquila que la ida, dado que un grupo de chicos cantaban canciones de campamento y eso dificultaba un poco la lectura de Olivia, pero no el suficiente como para que no pueda seguir hundiéndose en su lectura.
Fue una noche de revelaciones. Los viajes hacen que Olivia se detenga a pensar un poco más en su vida (aunque hubiese sido preferible que piense un poco menos) y a sacar algunas conclusiones.
Guardó la carta en un sobre y la colocó dentro de la misma carpeta donde archivaba las demás. El tiempo de mandarlas aún no había llegado, o quizás el tiempo que Olivia necesitaba para tener el coraje de hacerlo no era el adecuado.
Entre alguna copa de vino y una música tenue de fondo fue completando su noche y así fue como Olivia entendió que su presente era su tesoro mejor guardado.