domingo, 21 de octubre de 2012

El "qué se yo" de Piazzolla

Creo haberle encontrado una vaga descripción meramente situacional -cabe destacar- a ese "que sé yo" del que tanto tildan a Buenos Aires.
A los que nos gusta escribir siempre buscamos historias más que recuerdos o simples momentos, buscamos maravillar nuestra vida con esas simplezas que permiten teñir todo de letras y frases naturales. He leído autores que centran sus historias en una ciudad, para no perder un hilo, he leido personas que se despojaban de su país o de su tierra para poder deleitarnos con textos de amplia envergadura; pero no había sido consciente de ello hasta que tuve el placer de encontrarme con una persona de mi edad que había dejado su tierra natal para dedicarse a su máximo placer, la escritura.
Sin duda, una de las cosas que más me impactó del viaje al viejo continente fue aquel Hindú que encontré en un viaje a Praga. Era una noche de enero, fría, quizás de las noches más frías que pude experimentar, y había un sido un día largo, de intensas caminatas por la ciudad de la historia (como prefiero denominar yo a Praga) y de esos días en que uno puede decir que concluyó un día con grandes enseñanzas. Habíamos estado hablando con unos Brasileños que, al igual que nosotros estaban de paso por la ciudad, los conocimos en el hostel y ese mismo día habíamos tomado rumbos diferentes para conocer Praga, pero a todos nos llenaron la cabeza con la idea de probar la cerveza checa, así que en la cena habíamos acordado ir a deleitarnos con esa cerveza de la que tanto hablaban los checos y los turistas. Pasadas las 11 volvimos a la habitación a cambiarnos y estábamos dispuestos a irnos cuando se me ocurre hablarle al Hindú. Me había intrigado tanto su persona desde el momento en el que pisé la habitación. Solitario, como pocos, se lo veía siempre por las noches con su computadora sobre sus piernas embriagado en sus propios pensamientos, y tuve el tupé de interrumpirlo para preguntarle si tenía ganas de acompañarnos al bar. Su respuesta me pareció de lo más agresiva, pero de lo más sincera: - "No tengo ganas, y prefiero quedarme aquí"; confieso que me molestó bastante, pero entendí que no todos tienen los mismos intereses que uno, así que fuimos al bar. Me quedó rondando su respuesta en mi cabeza varias horas.
Al otro día teníamos que volver a Italia, y yo había discutido con mi hermano ese día, así que habíamos decidido pasar el último día de Praga cada uno por su cuenta. A eso de las cinco nos encontraríamos en el lobby del hotel para emprender el regreso a Milano. Yo estaba leyendo un libro cuando veo que de atrás se me acerca el Hindú y me pregunta cómo ibamos a dirigirnos al aeropuerto, le respondí que en transporte público porque era lo más económico, y preguntó si podía acompañarnos, dado que el tenía el vuelo a la misma hora que nosotros, pero diferente destino: Londres.
Nos encontramos con mi hermano y fuimos los tres hacia el aeropuerto. No contenta con la respuesta que me había dado la noche anterior decidí preguntarle a qué se debía su paso por Praga, y me contestó que no sólo no era la primera vez en la ciudad, si no que conocía cada recoveco de la misma, dado que había estado más de 15 veces en ella. Entendí un poco más su respuesta, pero mi intriga no acabaría con su respuesta, así que decidí preguntarle el por qué de su fanatismo con la ciudad. Me dio una respuesta que no esperaba, pero creo yo, una de las respuestas que mas me contentó; me dijo que estaba escribiendo una novela, y que como la primera vez que conoció la ciudad había quedado impactado con la belleza de la misma, decidió centrar su novela en ella. Ahí entendí a muchos autores que había leído. Pude comprobar en carne viva lo que era la pasión por la escritura.
Hoy Buenos Aires está teñida de celeste, una mañana con el aroma primaveral más dulce de los últimos meses. Me puse a pensar en la cantidad de personas que podrían haber empezado su domingo escribiendo algún texto, inspirados por el bellísimo clima, deben ser varios. No obstante eso recordé algunas cosas que había escrito sobre la Buenos Aires gris, aquella Buenos Aires tímida y lastimosa, que siente culpa y nos regala un llanto desmesurado; claro, sobre esa Buenos Aires hay un centenar de textos y de ideas plasmadas por doquier.
Si uno indaga un poco más sobre el clima de Buenos Aires, se va a encontrar con altas temperaturas en verano y temperaturas no tan bajas en invierno, pero hay una constante sobre Buenos Aires, que hace lidiar a las mujeres en todo momento: la humedad. El porteño nato ya sabe como afrontar esos climas de bajísimas presiones atmosféricas y días sumamente incómodos, pero el que se detiene a hablar con turistas sobre el clima de la ciudad se encuentra con respuestas no tan felices sobre la humedad que tiñe Buenos Aires de forma constante.
No recuerdo la cantidad de veces en qué dije que Buenos Aires era una ciudad bellísima, sé que fueron varias y en distintos lugares y situaciones, pero creo tener ese poder de convencimiento sobre los turistas que he conocido en el resto del mundo, en el que terminan concluyendo que definitivamente conocerán Buenos Aires lo antes posible.
Y concluyendo el texto, creo entender que Buenos Aires es la musa más histérica de varios autores y simples escritores ansiosos; Buenos Aires enamora, de día, de noche, en verano o en invierno y con el más bello sol y el más bello tinte gris que cualquiera desearía plasmar en una historia.
Un Buenos Aires gris, de sábado por la tarde.

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