miércoles, 9 de octubre de 2013

Esconder (te) (lo).

Siempre quedará un excedente, ese remanente impreciso que desgarra tu lógica mundana. Que desborda tu más sigiloso desvelo y lo transforma en incertidumbre.
Siempre quisiste ver más allá de tus sentidos, esbozaste un aluvión de templanzas superpuestas, atentaste contra el destino de tus ideas, y pretendiste una victoria descarada e injusta.
La vuelta terminó y te quedaste a la espera de desesperar, y en lugar de vender el desatino, solventaste un glaciar que contrarresta  mi desavenencia.
Subiste tus alegrías al altillo y te desarmaste en un empujón de sinfines condescendientes. Amaneciste con la idea de abolir tus pasiones, tus grises y tus vaivenes.
Hoy, como siempre, le diste rienda suelta a la falacia y pretendiste olvidar los momentos de paz. Elegiste embestirte en una rabia pagana antes que hundirte en una realidad más sentida.
Vas a ir tiritando a paso de prisionero, a voces que ensucian una soledad poco aplacable. Vas a ir con la culpa del desgano, de esas nubes irreverentes, que te obligan a sumirte en la transigencia de aceptar quien sos.

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