jueves, 17 de noviembre de 2011

Derrumbe de teorías

De chica creía que las cosas pasaban porque si. Si no me compraban la Barbie que quería era porque simplemente no me la querían comprar, no porque no alcanzara la plata para poder comprarmela. Fui creciendo un poco y fui mas comprensiva en el accionar de las personas. Ya la Barbie tenía una explicación, quizás era edad de entender que no sobraba la plata para Barbies pero sabía agradecer el haber ido a una de los mejores colegios de la ciudad de Buenos Aires.
La literatura, el cine, la música y el tiempo -en su mayoría- fueron cambiando de rumbo mis pensamientos; ya las cosas tenían un por qué más preciso, o mejor dicho, una consecuencia. A partir de ese momento y hasta hace cinco minutos empecé a pensar en el poder de la causa y el efecto. Mis conversaciones, teorías y cuentos terminaban con esa explicación. Todos mis caminos conducían al fehaciente cumplimiento de esa teoría. La literatura, el cine, la música, el tiempo y mi entorno fueron potenciando la teoría, hasta el punto de ir uniéndola con teorías mucho más profundas del orden de lo trascendental. Entre mates, consecuencias y otras vidas en el medio, me sostenía solamente de esa teoría. Si me preguntaban por qué estaba en tal lugar, respondía con una sola palabra "causalidad". Mis discusiones sobre la diferencia entre "causalidad" y "casualidad" se iban acrecentando con el tiempo, hasta el punto de enojarme cuando alguien decía que "nos habíamos encontrado de casualidad", entre otras pavadas.
Diez minutos antes de empezar a escribir esto empecé a darme cuenta que la plena justificación de mis actos con una simple teoría se reduce a lo burdo, lo efímero. Si pensar en la causa de una actitud/echo iba a ocuparme más tiempo que el mismo echo, estaba perdida.
Empecé a darme cuenta que, quizás, la teoría me servía para no desencadenar una crisis interna. Regirme siempre por el camino de lo planeado, estructurado y encaminado iban de la mano con la teoría de causa y efecto; y del mismo modo en que lo estructurado carece de disfrute, mi teoría también carecía de lo mismo.
Entonces, con los minutos que perdí en explicar mis actos con la ya nombrada teoría, desperdicié minutos inesperados en mi vida.
Dicen que la teoría no sirve de nada si no se pone en práctica, yo digo que poner tanto en práctica la teoría, tampoco sirve de mucho. Quizás es mejor vivir sin tanta teoría y con mas espontaneidad.

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