martes, 21 de julio de 2015

Bonjour mon amour, bonjour París.



A París le tenes que pedir que te devuelva las imágenes de las películas, lo que lees en los libros y las melodías que oís sobre ella. Pedile a Juliette Binoche en Les amants du pont neuf, toda borracha y con su locura particular; a Marion Cotillar como Edith Piaf desplegando esa voz inmensa y sufriendo los desarraigos de una sociedad arcaica; a la Maga y a Olivera caminando por la Rue del Seine, la maga melancólica por Rocamandur y a ese Olivera soberbio y nihilista del amor. Pedile que te muestre ese Bar du Marche donde se sentaba a escribir Hemingway y donde los Fitzgerald discutían por los problemas de alcohol de Zelda y ese amor inquebrantable de Scott. Pedile que te cuente como París era una verdadera fiesta de genios artistas, donde sentaron las bases de ese boom europeo de arte descreído y de libertinaje por doquier. Pedile las melodías mas hermosas, esas que solamente te pueden trasladar a Montmartre en un solo de saxo. 
Si le pedís que te regale esa luz inmensa sobre el sena, y te das el lujo de recorrer en barco uno a uno los diversos puentes que unen la ciudad de este a oeste, no te vas a arrepentir. Pero por sobre todas las cosas pedile volver, porque ese fue mi deseo en esa lancha en octubre del 2011, y aquí estoy otra vez. Bonjour mon amour, bonjour Paris.

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