Ya quisiera que mis logros te arranquen una
alegría, pero el amor genuino no funciona así. ¿Cuántas noches he pasado con el
augurio de que te contentes con mis conquistas? Ya no llevo la cuenta.
Me dije mil veces a mi misma que lo fortuito es
producto del destino, y que, quizás, por mucho pedir que las cosas sucedan, no
siempre la constancia se convierte en hacedora. Me hubiese gustado que me
alcances una copa de vino en esas noches más malévolas, en las que ni vos
pudiste darme la mano y yo permitirme agarrarla.
Es una lucha constante con las voces de mi
cuerpo, con aquellas voces que nunca encuentran la calma, cuya simbiosis yace
en la discordia del desencuentro.
Cada historia es distinta, y en la mía ya no
caben los consuelos, los ‘todo va a estar bien’ mentirosos que recibí a costas
de esconderme un poco de la verdad. De maquillarme lágrimas tardías, que al
final de cuentas siempre salen a relucir su mejor pose. Aquella calma que
necesité años a priori, para sentir ese vigor de seguir en camino, del no abandonar.
Reconozco mis dones en la escucha continua, en
la fuerza y las ganas para permanecer firme al costado, cuando mis colegas
necesitan un centro para poder patear al arco. Y ahí es cuando no me encuentro
en mi deber de saber recibir, porque cientos de veces he perpetuado el valor
que se necesita para poder pedir lo que uno requiere, y a costa de todo mi ego
reducido a la mínima expresión, para poder ser coherente con aquello que en
verdad buscaba.
Quisiera extirparme esa expresión de angustia,
que me corroe y me alimenta la victimización continua, quisiera poder decirte
tantas cosas que yo creo que van a calmar mi sed; y aún así, sabiendo que nunca
voy a dejar salir esas palabras de mi boca, porque de nada sirven ya las
palabras, titubeo al escribir. Cuando es lo único que me queda, la única
frontera que conoce mi discurso, y lo único que subestimo para retroalimentar
el proceso.
Quisiera no sentir lo que siento, como tantas
veces leímos en las novelas de amor. No sirve deshacernos del dolor, ni mucho
menos del amor, más estoy segura de conocerme lo suficiente como para saber que
con ello solo no alcanza. A mi no me alcanza, que quizás pocas cosas me
alcancen con el tiempo, con el pasar de los años, con el viento a mi favor.
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