sábado, 17 de agosto de 2013

Singularidad

La foto no se atribuía la propia imperfección de la subjetiva mirada de ellos, era una especie de entrada y salida, del más impúdico oxímoron. No se esclarecía el nítido por más sombras que intenten crear, pero lejos estaba de importar dicha nitidez, ellos ya habían llegado para soslayar el oblicuo de la perfección entre ambas imágenes. Lo cierto es que ninguno de ellos pudo jactarse de la realidad objetiva de esa afirmación, pero todos sabían que algo raro escondían aquellas miradas, ellos dos de la foto que supieron descubrir un mundo nuevo en cada interpretación.
Una historia en cada farola, un signo de revelación casi tan inhumana como la sintaxis. Esa historia deja entrever dos partes de una misma sensación; por un lado la mirada del final de juego, por el otro, el mismísimo comienzo de otra historia de tinte similar. 
Si la suma de los cuadrados de los catetos es igual a la hipotenusa al cuadrado y nadie supo discutirle eso a Pitágoras, tampoco podían discutir la conexión entre dichas fotos. 
El concepto radica en la individualización de conceptos -propios e impropios- de cada interpretador. ¿Cómo unificar esta singularidad? Es quizás más simple de lo que parece; la mera discusión de ideas permite una unión plural de cada uno de los conceptos singulares en cuestión.
Se sentaron horas y horas a discutir sobre la relación lineal que yacía en las imagenes. Uno afirmaba que era vitalmente imposible dado la diferencia temporal que existía entre ambas fotos; otro (un poco más existencialista) se apoyaba en los cimientos de la relación no lineal de tiempo-espacio, limitada por el conocimiento humano, pero el último aturdió a todos con su visión esotérica, afirmando que las almas eran las mismas, materializadas en distintos cuerpos y formas. 
La discusión giraba en torno a las miradas de los protagonistas de las fotos, y todos tenían sus razones para descreer la conexión generada por las dos fotos, pero ninguno sabía que las fotos no son más que el fiel reflejo de la mirada singular de cada uno de ellos.

jueves, 8 de agosto de 2013

Unión

A veces nunca alcanza, nunca será lo suficientemente adecuado para todos y cada uno de ellos.
Esa extraña virtud de acomodarse al tiempo para permanecer dentro del límite de lo normal, aquellos que se vuelven cada día más frívolos con sus argumentos de hacer lo que se puede y ser aquello que únicamente se puede ser. Vasta es la redacción de sus rezos para que yo pueda compenetrarme en acceder a caminar con ellos. 

¿Quién puedo ser yo si no sé quiénes son ellos? ¿Puedo realmente reconocerme en un otro? ¿Puedo acobardarme ante sus acciones? ¿Debo formar parte de la sumisión que exigen? No creo que todo esto sea posible, mas no por su loca idea de formar un esbozo único de un otro, sino por la mera sabiduría de saberme día a día más única e irreverente ante sus irrespetuosas puertas de querer controlar aquello que excede su responsabilidad. 

No me amedrenta la idea de volar fuera de su campo, no me enloquece tampoco. No creo que la solución sea extirparlos de mi mapa para poder seguir el rumbo de mis sensaciones. No creo en la violencia de separación, no creí nunca en la aceptación formal de un otro para recompensar la loca idea de jubilar sus pasos ante mi. Suponer el miedo como dos caras de una moneda es cada día más agotador, quizás, entendiendo que todo es un uno puedan entender mi proceder. No voy a decantar en un mundo de aceptaciones ni mucho menos voy a terminar accediendo a la división absoluta; yo pretendo la unión de la desesperación total, bosquejo un impreciso y turbulento conjunto de ambos planos. 

No pretendo que el carmín de su furia pueda amainarse, espero que se entienda, que no intenten la obligación, que tropiecen cuántas veces sea necesario para lograr, al menos, un conjunto, un conocimiento plural de ambos vuelos, de nuestros dos matices, de aquellas voces que con furia amarran el mejor tesoro, la propia convicción de un mundo pleno de familiaridad.