sábado, 30 de abril de 2011

Tan lejos Buenos Aires

Tenés la cabeza allá y el cuerpo acá, es la dualidad misma en su estado más puro y natural, o más puto digamos.
Te preguntan todo el tiempo cuánto falta como si no supiesen que te levantas y te acostas todos los días con la misma pregunta. Vas de acá para allá pensando en por qué los proyectos tardan en concretarse pero cuando se dan, sos la persona más ansiosa sobre la faz de la tierra. No podes esperar un minuto más. Las cosas buenas se hacen esperar y es inteligente no planificar absolutamente nada por más tiempo que te sobre.
Absolutamente cierto eso de visualizarte en otro lugar, en otro tiempo; y es acá donde caes en la cuenta de que no hay percepción de tiempo y espacio en tu cabeza, de que, en cierto modo, esperas la nada misma.
Sostenés la teoría de que contar las cosas antes de lo debido queman los planes, quizás por tu manía un tanto supersticiosa, pero no podés con tu genio. Aunque los planes se te caigan de un día para el otro, ya lo habías adelantado.
Te sentás en un bar, abrís un libro, mirás las plazas, recorres la peatonal, mirás al cielo, te subís a un colectivo, caminás por las calles, los autos, ves la lluvia, el día más gris, todo lo hacés pensando en otro lugar, te ves a vos mismo en otro lugar. Te sentís lejos de acá, y tan cercanamente vivo en otro lugar.
No te permitís seguir con la rutina, tal vez es tu cabeza jugándote una mala pasada, pero no lográs concretar ni el diez por ciento de tu día.
Todo lo comparás, hasta el rayo de sol que se acuesta en tu ventana, nada es igual, siempre acá es peor, no vas a dar el brazo a torcer en ningún tipo de discusión porque creés que tenés la razón con el más débil de tus argumentos.
No te vestís para caminar por estas calles, no sentís Buenos Aires.

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