jueves, 28 de abril de 2011

III

Las segundas partes no son buenas, pero si llevamos la cuenta al día, la tercera, la cuarta, la quinta, la decimoséptima es aún peor que la segunda.
La insistencia es el método, el fin es desconocido hoy en día. Tiene, quizás, la esperanza de poder contentarse con llegar a conocer el fin alguna vez; Olivia cae en ello algún jueves de luna llena.
Escribe para olvidar, escribe porque cree que abandona lo que siente en hojas de papel, piensa que traslada su mente y su cuerpo a la hoja y queda plasmada en una trascendencia única, pero con el sentido de no volver en si  nunca más.
Esta vez Olivia se fue de viaje, Olivia escapa a diario de sus problemas pero lo hace en la cotidianeidad de sus quehaceres, esta vez, en cambio, tomó el tren y salió de la ciudad.
Las primeras horas fueron de lo más fructífero, Olivia juntó la imagen del vacío natural con su vacío interno y lo plasmó en el papel. Hoja tras hoja fue ahogando sus penas y despojándose de todo dolor, pero como todo escape de la realidad, fueron pocas las horas que sirvieron de terapia.
Como toda eterna viajera no sabía a dónde se dirigía, compró el pasaje más lejano, el que más viento sureño pueda brindarle y con todas ansias colocó su sombrerito de gamuza negro, sus zapatos de bailarina y un simple cuaderno en un bolso de mano, sabía que no prescindiría de muchas más cosas.
Una vez llegada a "X" destino, mojó sus pies en el agua y descansó sobre la roca más dura que encontró. Mirar al futuro le daba paz, empaparse de si misma la relajaría por un par de días.
Reparó en ese momento que un instante de felicidad puede ser más cruel que cualquier recoveco solitario; el placer de tenerlo en ínfimas cantidades y la incógnita de volver a perderlo cual tarde de otoño inmiscuían en el punto más profundo de su análisis.
Olivia no fue a buscar soluciones ni a encontrar algún que otro pretexto como solía hacerlo. Fue simplemente a entenderse a si misma (quizás el obstáculo más complicado que debe sortear cada ser humano) en la mayor cantidad posible.
Olivia no alivia su penar con un par de copas demás, en contradicción, lo potencia tal vez, al grado máximo de su dramatismo dantesco.
Esta vez Bautista no fue punto de análisis, Olivia necesitaba abundarse de si misma y encontrar alguna salida en su yo más interno. Aún así, Bautista no dejaría de aparecerse en el romper de cada ola en el mar.

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