miércoles, 27 de febrero de 2013

Nuestro perdón eterno.

Nos dimos mucho más que lo que teníamos encadenado del otro, nos dimos la libertad de decirnos adiós.  Un adiós que maquillaba el hasta siempre, por eso se equivocó Joaquín esta vez, porque nunca fuimos fieles protagonistas de una despedida temerosa y fugaz. Ese adiós bipolar que nos condena en el último segundo del día, que nos maltrata y nos repudia con fervor. A ese adiós que no le podremos pedir perdón jamás, porque nos sabemos fieles profetas de un orgullo irrespetuoso.  Vos fuiste desenterrando viejos recuerdos, como quien sueña congelar ese instante de felicidad; tus recuerdos mentirosos de un 'vos' que nunca supiste ser y que tan herida te dejó la mirada que nunca pude evitar querer secar esa gota de aire denso.  Yo Seguiré buscando en otros besos cobardes, como los nuestros, como a los que estamos acostumbrados y como los únicos que conocemos, seguiré buscando la respuesta a tanta indulgencia desatinada. A mi 'yo' más perverso y oscuro que sólo vos conoces.  Es él quien merece nuestro perdón, quien merece que sepamos dar la vida por quien hoy nos mantiene vivos. El perdón de haberle faltado el respeto día y noche y de bastardearlo con promesas intransitables.  A nuestro perdón que nos permite jactarnos racionales, aún cuando no conocemos más que el camino que se recorre con sentimiento, a ese perdón efímero que surgirá cuantas veces sea necesario para consolarnos en noches como estas.